Los hemisferios cerebrales, se decía inicialmente, eran similares, no sólo en cuanto a su estructura, sino también en los aspectos funcionales. Las primeras explicaciones con respecto a las diferencias entre los dos hemisferios cerebrales se deben a la observación de Max, en el siglo XIX, al describir el compromiso del lenguaje oral a partir de lesiones en el hemisferio izquierdo.
Fue Broca, no obstante, quien evaluó una serie de pacientes con lesión en el hemisferio cerebral izquierdo, más precisamente en el lóbulo frontal, en el área 44 y parte del área 45 de Brodmann, llamada también área de Broca, o área anterior del lenguaje. Comprobó la relación de esta lesión con las dificultades encontradas en la programación motora del habla. Wernicke, estudiando las percepciones auditivas implicadas en el entendimiento del lenguaje oral, sitúa esta función en el hemisferio cerebral izquierdo, en el lóbulo temporal, en el área posterior del lenguaje o área de Wernicke. Estas observaciones iniciales que señalaban las diferencias entre los dos hemisferios cerebrales tuvieron continuidad en otros estudios posteriores que demostraban tales diferencias, siempre con un mayor enfoque en el hemisferio izquierdo, llamado, por este motivo, hemisferio dominante
Actualmente, está clara la lateralización de funciones más simples como la motricidad, en relación con funciones más complejas y con lateralización menos conocidas. Se sabe que los dos hemisferios cerebrales actúan juntos pero ya no hay dudas de que hay un claro dominio para funciones diversas, o para diferentes aspectos de una misma función.
Hemisferio Izquierdo
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Hemisferio Derecho
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Verbal: Usa
palabras para nombrar, describir, definir.
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No verbal: Es
consciente de las cosas, pero le cuesta relacionarlas con palabras.
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Analítico: Estudia las
cosas paso a paso y parte a parte.
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Sintético: Agrupa las
cosas para formar conjuntos.
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Simbólico: Emplea un
símbolo en representación de algo. Por ejemplo, el dibujo
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Concreto: Capta las cosas
tal como son, en el momento presente.
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Abstracto: Toma un
pequeño fragmento de información y lo emplea para representar el todo.
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Analógico: Ve las
semejanzas entre las cosas; comprende las relaciones metafóricas.
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Temporal: Sigue el
paso del tiempo, ordena las cosas en secuencias: empieza por el principio,
relaciona el pasado con el futuro, etc.
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Atemporal: Sin sentido
del tiempo, centrado en el momento presente.
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Racional: Saca
conclusiones basadas en la razón y los datos.
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No racional: No necesita
una base de razón, ni se basa en los hechos, tiende a posponer los juicios.
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Digital: Usa
números, como al contar.
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Espacial: Ve donde están
las cosas en relación con otras cosas, y como se combinan las partes para
formar un todo.
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Lógico: Sus
conclusiones se basan en la lógica: una cosa sigue a otra en un orden lógico.
Por ejemplo, un teorema matemático o un argumento razonado.
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Intuitivo: Tiene
inspiraciones repentinas, a veces basadas en patrones incompletos, pistas,
corazonadas o imágenes visuales.
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Lineal: Piensa en
términos de ideas encadenadas, un pensamiento sigue a otro, llegando a menudo
a una conclusión convergente.
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Holístico: Ve las
cosas completas, de una vez; percibe los patrones y estructuras generales,
llegando a menudo a conclusiones divergentes.
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